En 1640 fue nombrado gobernador y capitán general del ducado de Milán por ausencia del marqués de Leganés.
[4] A finales de ese año, no obstante, consiguió la embajada en Roma.
A esta ciudad llegó dos horas antes de reunirse el Cónclave para proceder a elegir un nuevo papa, lo que le permitió presionar a los electores para que eligiesen al candidato apoyado por la Corona española: Giambattista Pamfili, que tomó el nombre de Inocencio X.
[4] De regreso a Madrid ese mismo año, fue nombrado gentilhombre de la Cámara del Rey, pero no volvió a desempeñar nunca más ningún otro cargo político al servicio de la Monarquía hispánica.
[5][4] Tuvo una gran devoción por las Bellas Letras, fue elogiado por Lope de Vega en su obra Laurel de Apolo y el dramaturgo Juan Pérez de Montalbán lo alabó de «ingenio sutil, profundo y claro», asegurando que fue «poeta lírico, cómico y heroico».