Se trata de un retablo gigantesco que llega a alcanzar la altura de las bóvedas, en el que se reparten escenas bíblicas, columnas, frisos, y gran profusión de ornamentos cubriendo materialmente toda la superficie.
Lo mismo que ocurre con el retablo, estas obras están profusamente decoradas; son sepulcros en arcosolio, con las estatuas de los fundadores arrodilladas, labradas las paredes del fondo con los temas del Llanto sobre Cristo muerto y la Piedad.
[2] El costo de estas obras ascendió a 400 000 maravedíes.
Colaboraron con el artista en la obra del retablo su cuñado Blas Hernández y el entallador Jerónimo Pellicer.
En esta misma catedral labró algunos relieves del trascoro (en 1544), siendo excepcional el panel de los Reyes Magos; un año antes, en 1533 trabajó en la sillería del coro junto con Giraldo y ayudados por el ensamblador Corniellis de Holanda.