No se trataba de una quimera, ya que el shogun Tokugawa Hidetada habría sido contactado por los holandeses con el objeto de conquistar las posesiones españolas en Luzón, sin darles una negativa.
Sin embargo, Távora prometió al rey Felipe IV que trataría de restablecer las relaciones comerciales con los nipones.
El año no había transcurrido sin luchas, eso sí, ya que el capitán Antonio de la Vera y varios españoles y filipinos habían muerto traicionados por un cacique local, al que consiguieron abatir en el proceso.
Como retribución por el incidente del Seelandt cuatro años antes, Alcarazo atacó a los asiáticos, se hizo con su carga y quemó sus naves.
Atrás quedó una cautiva española capturada en el astillero cuyo rescate no lograron negociar.
La Audiencia, con la que había mantenido malas relaciones, asumió el mando hasta la llegada del siguiente gobernador, Juan Cerezo de Salamanca.