Josefa Sanromán fue una las pintoras mexicanas del siglo XIX que la historia del arte relegó por su género y considerar su trabajo como una expresión de autoconsumo que no debía ser expuesta en museos ni adquirida por coleccionistas.Este fenómeno fue experimentado por varias artistas que fueron reducidas a “las señoritas pintoras” con el deber de abandonar el pincel para convertirse en buenas amas de casa y no asumirse como creadoras independientes con capacidad creativa para enriquecer el canon de la tradición mexicana.De tal modo que Josefa Sanromán participó únicamente en cuatro exposiciones, una en 1850, otra en 1851 y dos en 1855.[5][6] El rol fundamental asignado a las mujeres durante la segunda mitad del siglo XIX estuvo restringido al cuidado de la familia y a la educación de los hijos.[8] Sus retratos demuestran que no hay una sola forma de creación de la naturaleza femenina, basada en su experiencia, desafía algunas de las costumbres y creencias asentadas durante siglos, afirmando su capacidad intelectual y creadora con singular fuerza y convicción.