Aunque la revolución tuvo una corta vida, los lazos que había formado con los círculos radicales de los intelectuales de Múnich le fueron útiles para establecer, años más tarde, su reputación como fotógrafo.
En 1932, luego de varios años sin éxito a la cabeza del negocio familiar, período durante el cual se dedicó al perfeccionamiento en el uso de la cámara, Breitenbach abrió su primer estudio fotográfico.
Más que su origen judío, el pasado político del fotógrafo lo tornó foco de persecución.
Pronto, luego de su llegada, Breitenbach entró en contacto con André Breton y su círculo.
Como prefería conservar su independencia, no se hizo miembro del grupo surrealista, pero dio muestras de su trabajo en las importantes exhibiciones de fotografía surrealista junto a Man Ray, Jacques-André Boiffard, Brassaï, Eli Lotar, Henri Cartier-Bresson y Roger Parry.
Breitenbach sólo vivió en París por seis años, hasta que la guerra culminó en 1939.
Destaca, por otra parte, por ser uno de los pocos artistas que produjeron fotografía en color en los años anteriores a la Guerra.
[2] Un punto culminante para Breitenbach fue su colaboración con Bertolt Brecht, de la que quedan los retratos del dramaturgo.
Aparentemente, Breitenbach no tuvo problemas para adaptarse a la vida de Estados Unidos.
El tiempo que no pasaba viajando, lo dedicó a la enseñanza en la Cooper Union y en La Nueva Escuela.