Fue nombrado inquisidor general de España en 1717, sin llegar a ejercer el cargo al morir en cautiverio en Milán.
Por su posición secundaria en la familia, pronto entró en la carrera eclesiástica, fue a Barcelona y se convirtió en rector de Santa Maria del Pi y vicario del obispado.
[1] En 1698 se convertía decano de la Rota y, sobre todo, en un destacado miembro del partido español en Roma.
Al morir Carlos II, y ser nombrado Felipe V como nuevo rey, Molines aceptó respetuosamente la decisión testamentaria del último Habsburgo, y se puso de parte del nuevo gobierno borbónico.
[2] Pero desde entonces, Molines fue visto de forma negativa en Roma, pues había descuidado las clientelas en Roma y Felipe V decidió buscar a alguien de trato más suave para llevar a cabo las negociaciones con la corte romana y, a cambio, en 1717, le ofreció el cargo de inquisidor general en España, lo que requería que volviera a la península.