José María Sobral ingresó en la Armada Argentina y realizó el primer viaje de la fragata Sarmiento.
En 1902 viajó a la Antártida en la expedición científica de Otto Nordenskjöld, permaneciendo veinte meses entre los hielos.
A su regreso, el júbilo y delirio que despertó en la población argentina lo convirtieron en un personaje muy popular.
[1] Al año siguiente, viajó a estudiar geología en Suecia, y allí obtuvo el doctorado en la Universidad de Upsala.
Intrigas y envidias lo desplazaron de su puesto, pero el presidente general Agustín P. Justo lo nombró embajador en Noruega.
En 1930 también fue declarado por la Sociedad Hispánica de Nueva York el sabio geógrafo más grande del Hemisferio Sur.
En Suecia, los científicos de ese país llamaron "Sobral" al mineral piroxmangita descubierto allí en 1913.
A mediados de 1903 se reparó y alistó la corbeta Uruguay, una nave que no estaba preparada para navegar en los hielos.
A partir del año siguiente, la Argentina adquirió una base en la Antártida (Base Orcadas), y ha ido renovando sus dotaciones y mantuvo siempre en alto su bandera en la Antártida, sabiendo al igual que el alférez Sobral, el primer argentino que la habitó, que su destino estaría unido a ese continente en el cual se había escrito la primera de muchas páginas de valor y humanidad.
A fines del siglo XIX, dos congresos internacionales de geografía realizados en Londres (1895) y Berlín (1899) establecieron la conveniencia de emprender una gran expedición a la Antártida, pues ésta era (en líneas generales) la única región del planeta sobre la cual no había información importante.
Como consecuencia, en la ciudad sueca de Gotemburgo, Nordenskjöld comenzó a organizar un viaje al cuadrante antártico americano.
Otto Nordenskjöld era un geólogo reconocido en Suecia y poseía un espíritu internacionalista poco afecto a las disputas de soberanía.
En la actualidad esta cabaña es administrada y conservada por la República Argentina, que la denomina Refugio Suecia.
Movido por ese sentimiento, este investigador había tenido conversaciones con el polifacético naturalista Francisco Pascasio Moreno.
Como resultado de esas charlas, el científico sueco permitió que un argentino integrara su equipo.
A pocos pasos de la casa principal se levantó una pequeña construcción para observaciones magnéticas, varias casillas para proteger los instrumentos meteorológicos y un observatorio astronómico cuyo techo quedó destruido durante un violento temporal pocos días después de haber sido armado.
Las tareas más tediosas eran las de observación meteorológica, que se efectuaban durante las 24 horas del día cada 60 minutos.
Estos estudios estaban a cargo del profesor Gösta Bodman y de José María Sobral.
Había sido el protagonista de una fabulosa expedición antártica y se perfilaba como un militar con excelente futuro.
Debido al mal tiempo y a la abundancia de hielo, la nave no pudo ingresar por lo que luego se denominaría estrecho Antarctic.
A pesar de esta grave situación, el grupo nunca abandonó las observaciones científicas.
Nueve meses después del naufragio, el equipo científico fue rescatado por un frágil barco argentino: la corbeta ARA Uruguay.