Lo anterior se corrobora con la existencia de 100 volúmenes que llegó a tener la biblioteca de la misión, número que hoy podría parecer pequeño, pero dadas las circunstancias de tiempo y lugar debe percibirse como un esfuerzo importante que hicieron los sacerdotes por promover la cultura y combatir con la lectura, el tedio y ocio a enajenante.
Por otro lado, el agua con que regaban era llevada al pequeño terreno labrantío, para lo cual se abrió a fuerza de barras, la zanja en piedra viva.
Este espacio que se trabajó con tantas dificultades para la siembra, se fue ampliando y mejorando al grado de que casi siempre, el padre Retz tenía suficiente maíz y trigo para alimentar a los indios de la misión.
Jorge recibió en Santa Gertrudis al también misionero y explorador Wenceslao Linck en 1762, cuando en la misión eran 1735 cochimis.
En 1769 el padre fray Junípero Serra, encargado de los misioneros franciscanos, pasó la Semana Santa en Santa Gertrudis, y tal vez por esa razón aún se venera en la capilla la imagen del beato que llegaría a fundar numerosas misiones en la Alta California.
Al recibir los franciscanos la misión de los jesuitas, fray Francisco Palou informó que había granados, higueras y olivos entre otros frutales; respecto a sus habitantes, señaló que sólo cuarenta familias vivían en la misión, haciendo un total de ciento setenta y cuatro almas.
El resto de la numerosa población se encontraba distribuida en siete rancherías, quienes vivían de la caza y la recolección, siendo la más importante la llamada Purificación, o Kagin en lenguaje cochimí, que era habitada por ciento sesenta y tres indígenas.