Durante esta primera estancia en Roma (1779–1781), su estilo cambió del rococó al neoclasicismo.
En Zúrich entró en contacto en 1781 con Goethe a través de Lavater.
Si bien al comienzo siguió tratando temas inspirados en la historia nacional alemana, pronto pasó a temas de la antigüedad clásica, siguiendo el ejemplo de Jacques-Louis David.
Profundizó en su amistad con Johann Wolfgang von Goethe en 1786, acompañándole a Nápoles en 1787.
No es un simple retrato-souvenir, sino verdaderamente un recuerdo del Grand Tour emprendido por Goethe, más la consagración del Grand Tour como un rito irrenunciable e iniciático para toda una generación de amigos de lo antiguo.