Viajó durante bastante tiempo por Italia, Francia y Holanda.
Se instaló en Rosenau, cerca de Coburgo donde permanecería hasta su muerte.
Apasionado por las aves, construyó grandes pajareras donde criaba numerosas especies.
Aprovechando que conocía bien el comportamiento de las aves gracias a sus observaciones en la naturaleza, ideó formas de domesticarlas: liberaba algunas que volvían a él después de sobrevolar una cierta región.
En 1720, publicó un nuevo ensayo donde afirmaba, por primera vez, que el canto de las aves no es forzosamente instintivo sino que es el resultado de un aprendizaje.