Es la hija de Jean Chézard, un oficial y noble francés del ejército, y su esposa, Jeanne Chaurier, cuyos primeros cuatro niños nacieron muertos o habían muerto como infantes.
A los 11 años, Jeanne quiere hacer su Primera Comunión pero dadas las costumbres de la época no se lo permiten sino hasta los 12 años; sin embargo, en este tiempo Dios la atrae hacia Sí regalándole una gracia que reciben sólo quienes están muy adentrados en los caminos de la vida espiritual : “ elevaste mi entendimiento por un vuelo de espíritu tan poderoso y dulce, que no hubiera querido volver nunca a la tierra”.
Hacia los 9 o 10 años , después de ayunar toda la cuaresma, Jeanne escucha en una ocasión un sermón sobre la virginidad, y resuelve permanecer virgen para seguir a Jesús, Verbo Encarnado.
En su adolescencia ella vivió una vida social activa, las fiestas cariñosas, el baile, la diversión y la risa.
En un momento, pensó que tenía una vocación carmelita, entonces había considerado unirse a las Ursulinas.
Bartolomé Jacquinot, el P. Pierre Cotton y otros, son para ella excelente directores espirituales.
Muchas mujeres se unieron a Jeanne con el deseo de vivir una vida religiosa.
“Hija mía yo me encargo de este establecimiento; prometo darte los medios para hacerlo, en mis manos está tu suerte, en mis ojos tu poder y en mi seno tus tesoros”.
A lo largo de su vida, tanto personal como fundadora, Jeanne encontró oposición, crítica y otras dificultades.
Su vida es una invitación para cada uno de nosotros a “Vivir y anunciar la Encarnación del Verbo”.
Estableció cuatro fundaciones de la Orden en Francia: Aviñón (1639); Grenoble (1643); París (1644); y Lyon (1655).
La Orden ayudó a establecer otra Congregación, las Hermanas de la Caridad del Verbo Encarnado.