Famosos como pocos entre los bandidos del entonces turbulento Caribe, en los inicios del siglo XIX, los hermanos Jean y Pierre Lafitte, fueron corsarios, piratas, traficantes negreros y espías a sueldo del que mejor les pagara, posiblemente huidos de Haití tras la rebelión de los esclavos que condujo a la independencia de la isla.
Aparentemente establecieron un sistema económico que benefició el desarrollo y cierta prosperidad en la zona por lo que era apreciado por los acaudalados terratenientes y los pobres que podían obtener fuentes de sustento tanto del comercio como de la participación en la incursiones corsarias de Lafitte y su flotilla.
Inclusive envió tropas contra las que Lafitte se negó a combatir para no enfrentar fuerzas estadounidenses.
Se han encontrado referencias a su captura y huida de Puerto Príncipe en 1822.
Entre 1825 y 1826, según las versiones,[5] fallece enfermo en México o de naufragio en una tormenta en el Golfo.
Existen numerosa leyendas que lo vinculan a otros eventos históricos pero todas son exageraciones, invenciones o producto de confusiones con nombres similares.
Los hermanos Lafitte, antaño piratas, ahora devenidos en hacendados, compraron una finca en la habanera Calzada de Jesús del Monte y allí se trasladaron con el botín adquirido en sus andanzas por el Misisipi según revela la revista cultura cubana La Jiribilla.
Aquella finca también creó su propia leyenda que ha perdurado hasta nuestros días entre los lugareños, según la cual allí estaría aún enterrado el tesoro de los que hoy son considerados por los expertos como los últimos piratas del Caribe.
Narra como, después del anuncio de su muerte en la década de 1820, Lafitte se retiró a vivir tranquilamente en Saint Louis hasta su óbito real en la década de 1840, supuestamente pidiendo que no se publicaran sus memorias hasta 107 años después del mismo.