En la década de 1940, Barraqué fue cantor en Notre Dame y además aprendió piano.
Fue un creador exigente, de corta carrera —murió a los 45 años— que puede ser considerada como hermética por un melómano inadvertido, pero en todo caso la suya es una obra mayor.
Para Jean Barraqué, el compositor es un «músico que organiza elementos en el interior de un límite».
[5] En 1955, se dispuso a componer una obra monumental, La Muerte de Virgilio, de Hermann Broch, que Michel Foucault le había sugerido, donde cuenta el viaje postrero del poeta a la muerte, y su encuentro con el emperador Augusto.
Ese carácter inconcluso de La Muerte de Virgilio expresa asimismo la grandeza del compositor, por su creatividad desmesurada, y su miedo existencial, que estuvo siempre presente en su obra; los señala el musicólogo Philippe Barraqué.