Es la persona más joven en ser declarada santa por la Iglesia católica (sin contar mártires).
Nunca fueron a la escuela, y trabajaban como pastores en conjunto con su prima Lucía.
Francisco prefería rezar solo, como decía «para consolar a Jesús por los pecados del mundo».
Jacinta se quedó aterrada por una visión del infierno supuestamente ocurrida en la tercera aparición.
Se quedó obcecada por la idea de salvar tantos pecadores como fuera posible a través de la penitencia y el sacrificio, como pedía la Virgen María.