Nunca fueron a la escuela, y trabajaban como pastores en conjunto con su prima Lucía.
Francisco prefería rezar solo, como decía «para consolar a Jesús por los pecados del mundo».
Jacinta se quedó aterrada por una visión del infierno supuestamente ocurrida en la tercera aparición.
Se quedó obcecada por la idea de salvar tantos pecadores como fuera posible a través de la penitencia y el sacrificio, como pedía la Virgen María.
[2] Los tres niños, particularmente Jacinta y Francisco, practicaron mortificaciones y penitencias; motivo por el cual es posible que los prolongados ayunos les hicieran adelgazar hasta el punto de que ambos hermanos sucumbieran a la epidemia de la gripe española que barrió Europa hacia 1918.