[5][6] A Iván se le atribuye el fin del dominio de los tártaros sobre Rusia;[7] su victoria sobre la Gran Horda en 1480 restauró formalmente su independencia.Aunque oficialmente utilizaba "zar" en su correspondencia con otros monarcas,[12][13] se conformaba con el título de gran príncipe en casa.Evitaba en lo posible los enfrentamientos violentos con sus vecinos excepto cuando las circunstancias le eran excepcionalmente favorables, prefiriendo siempre conseguir sus objetivos de forma gradual e indirectamente.La primera vez que Iván es llamado heredero y gran príncipe en tratados entre su padre y otros príncipes rusos es en un tratado con Iván Vasílievich de Súzdal que data de 1448 o 1449.Aunque hubiese podido utilizar cualquier otro pretexto, la religión parecía el mejor, así que Iván inició la guerra contra Nóvgorod en 1470, y tras las dos derrotas infligidas por sus generales a las tropas de la república en Shelona y en el Dviná durante el verano de 1471, Nóvgorod se vio forzada a pactar una paz por la que abandonaba para siempre su alianza con Polonia, cedía una considerable porción de sus colonias en el norte y pagaba una indemnización de quince mil quinientos rublos.Iván interpretó esto como un reconocimiento de su soberanía, y cuando Nóvgorod desdijo a sus embajadores, marchó contra la ciudad.Los otros principados fueron absorbidos virtualmente, por conquista, compra o unión: Yaroslavl en 1463, Rostov en 1474, Tver en 1485 y Vyatka en 1489.Con las otras fuerzas musulmanas (el kan de Crimea y los sultanes del Imperio otomano), las relaciones eran pacíficas e incluso amistosas.El kan de Crimea, Meñli I Giray, le ayudó contra el Gran Ducado de Lituania y facilitó las relaciones diplomáticas entre Moscú y Estambul, a donde acudió la primera embajada rusa en 1495.En cuanto a la política nórdica, Iván III concluyó una alianza ofensiva con Hans de Dinamarca y mantuvo una correspondencia regular con el emperador Maximiliano I, que lo llamó “hermano”.El carácter del gobierno de Moscovia bajo Iván III cambió profundamente y adquirió una forma autocrática que no había tenido nunca antes.Frustrando las esperanzas del papa de unificar la fe, la princesa se convirtió a la ortodoxa.