V. cruziana es una acuática perenne en su hábitat natural, anual o bienal en cultivo en climas más fríos.
Una reacción termoquímica eleva la temperatura de la flor hasta 20 °C más allá de la temperatura ambiente para colaborar con la difusión del aroma, que atrae a coleópteros, que quedan atrapados cuando la flor se cierra cerca del amanecer.
Durante el segundo día desarrolla estambres, que recubren de polen a los insectos atrapados.
Requiere mucho sol, que se asegura al evitar el alto reborde foliar la superposición de hojas, pero tolera temperaturas más bajas que V. amazonica, admitiendo hasta 20 °C.
Se ha introducido en regiones templadas de todo el mundo para su cultivo como ornamental.
Es muy exigente en cuanto a fertilización, procediendo de un hábitat original en que la descomposición libera nutrientes en grandes cantidades en el suelo.
V. cruziana x amazonica se conoce con el nombre cultivar de 'Longwood'; es fértil, con características intermedias entre sus progenitores.
Un día, Morotí paseaba con sus amigas cerca del río Paraná y presumió el amor que Pytá sentía por ella, lanzó su brazalete de oro al fondo del río y le dijo a sus amigas que, Pytá iba a recogerlo pues la amaba tanto que haría cualquier cosa por ella.
Con su inmenso amor, Pytá se tiró al río y nunca más salió, Morotí, impacientada, mandó a llamar al brujo para que le diga que había pasado.
Hace tiempo, existió una joven india cuya belleza dejaba extasiados a quienes la observaban.
Por eso la llamaron Jasy Ratá, que en guaraní quiere decir "luz de estrella".
Vivía a orillas de la vasta laguna del yberá, que significa “aguas brillantes”.
Así fue como se echó a andar con sus pies descalzos siguiendo la trayectoria del amado inalcanzable.
Al llegar a la laguna sumergió sus pies heridos para calmar el dolor y descubrió extasiada que había ocurrido un milagro.