Irrigador dental

El primer irrigador dental fue desarrollado en 1962 por el dentista Gerald Moyer y el ingeniero John Mattingly.[3]​ Sin embargo, posteriormente un metaanálisis de 2008 sobre si el riego oral es beneficioso como complemento del cepillado dental concluyó que "el irrigador oral no tiene un efecto beneficioso en la reducción de la placa visible", pero sugirió que puede ser beneficioso para la salud gingival además del cepillado dental regular.Un estudio publicado en el Journal of Applied Dental and Medical Sciences[8]​ concluyó que es más eficaz que el hilo dental para eliminar la placa bacteriana, además de reducir significativamente el sangrado gingivial.El uso del irrigador bucal es especialmente útil para ortodoncias, implantes dentales y bolsas periodontales porque estas dentaduras tienen más lugares de difícil acceso donde el cepillo de dientes no llega.El proceso comienza después del cepillado y puede reducirse a los siguientes pasos: Es recomendable seguir este procedimiento al menos una vez al día.
Un irrigador dental