El intercambio por contracorriente es extensivamente usado en sistemas biológicos, para una amplia variedad de propósitos.
Un claro ejemplo son los peces, que usan este sistema en sus branquias para transferir el oxígeno del agua circundante a su sangre.
De esta manera el corazón no tiene que bombear sangre tan rápido para mantener una temperatura corporal y una tasa metabólica constante.
Otro ejemplo biológico son las patas del zorro polar (Alopex lagopus) mientras pisan la nieve.
La proximidad entre venas y arterias resulta en un intercambio de calor, pues la sangre fluye hacia abajo se va enfriando cada vez más y no pierde mucho calor al contacto con la nieve.
[2][3] Para poder controlar el balance osmótico en su organismo, las aves marinas deben quitar la sal del agua de mar que beben.