[3] Es necesario distinguir un innovador de un emprendedor, ya que este último no necesita aportar una contribución novedosa, pues le basta interactuar con el mundo de una forma relativamente exitosa y cumpliendo los objetivos autoimpuestos, y en algún sentido transformando a la sociedad (a nivel local, o nacional, o regional, etc).
Un emprendedor tampoco necesita ser un especialista en alguna rama específica del saber, aunque por ejemplo podría llegar a usar una determinada tecnología en su emprendimiento, pero de hacerlo, bien podría aplicar la misma como un usuario más, y no necesariamente como un conocedor experimentado, ya que los técnicos y los expertos que se necesiten pueden subcontratarse (por otra parte, y especialmente en cuanto a los sistemas digitales, hoy día cada vez más los mismos son amigables con los usuarios —en inglés friendliness—[6][7][8] permitiendo las aplicaciones con bajos niveles de capacitación).
Obviamente, no necesariamente las mejores condiciones de innovación en una persona se presentan aisladas o separadas de otras cualidades, o sea que no es excepcionalmente raro encontrarse con innovadores-emprendedores,[9][10] o innovadores-inventores,[11] o innovadores con muy buenas condiciones de liderazgo (líderes-innovadores),[12][2] o innovadores-descubridores, o innovadores con muy buenos conocimientos técnicos, etc. Con el surgimiento de la que podría llamarse "sociedad de la innovación",[1] que precisamente valora y resalta las innovaciones, es que se comenzó a hablar del « innovador», naturalmente, como si el sentido de esta palabra fuera evidente a todos, por lo que, tal vez pareciera que este término hoy día fuera utilizado para referirse a dos realidades diferentes aunque complementarias; en la próxima sección se aclarará esta cuestión.
[14] compuesto por el prefijo in-[15] (estar dentro), novus[16] (nuevo) y el sufijo -tor[17] (el agente o el que hace algo).
Hasta ese entonces, sobre todo se usaba el término « novateur», para designar a quienes, desde la Antigüedad en adelante, impulsaban y reflexionaban particularmente sobre los cambios de regímenes políticos, lo que en la Edad Media equivalía a desafiar o poner en duda el orden establecido por la Iglesia.