La alternativa era que fuera una provincia autónoma dentro de un Estado Sirio Unido, preferida como segunda opción (49 peticiones); y en último lugar como independiente y sin la tutela de ninguna gran potencia (33 peticiones).
[2] Entre los cristianos, las peticiones están repartidas a favor de un mandato británico o francés.
[2] Tanto los musulmanes como los drusos aceptaron asistencia americana o británica, mientras que los católicos y los maronitas apoyaban a Francia, la mayoría estos últimos libaneses.
Una opción, esta última, que suscitaba rechazo entre suníes, chiíes, griegos ortodoxos y protestantes.
Sugiere, en definitiva, “un Líbano con más capacidad de autonomía, pero integrado en la Gran Siria”.
Los judíos de la zona, por su parte, solicitaron autonomía propia, los drusos apoyaban un gobierno árabe bajo mandato británico, mientras que entre los cristianos no hubo una postura más o menos unánime.
Este mandato debería ser de una duración suficiente para asegurar el futuro del nuevo Estado.
Entre sus prioridades, poner el énfasis en la educación, y buscar un “autogobierno independiente tan pronto como las condiciones lo permitan”.
Además, debe asegurar la “libertad religiosa, y los derechos de todas las minorías”.
En cuanto a la forma de gobierno, se recomienda establecer una monarquía constitucional democrática, con el emir Faisal como rey, ya que ha sido “expresiva y unánimemente demandado por el Congreso de Damasco en nombre del pueblo sirio”.
El informe muestra su preocupación por el mal gobierno del Imperio Otomano, “caracterizado por la incesante corrupción, saqueo y soborno”.
Se considera a los griegos con la capacidad de establecer un Estado-nación independiente y que tienen el nivel educativo suficiente para el autogobierno.
La comisión encontró un fuerte rechazo al Programa Sionista entre la población no-judía, no solo en Palestina sino en toda Siria, y advirtió que dicho proyecto solo podría ser llevado a cabo mediante la fuerza de las armas.
[2] El Informe King-Crane fue visto desde el primer momento por Francia y Reino Unido como “un obstáculo a las ambiciones imperiales”.