[1] En el texto, describe hasta treinta y tres formas diferentes de montar sus plumas para convertirlas en señuelos.
[11] El escritor Miguel Delibes hace referencia a esta raza en su obra Castilla habla,[9] publicada en 1986.
En 1959 se intentó fijar un patrón racial, que no se siguió por los criadores, igual que ocurrió con el señalado en 1982 por la Facultad de Veterinaria de León,[11] por lo que en 1988 los ejemplares no presentaban una uniformidad morfológica en cuanto a formato, color de plumaje y otras características raciales.
[4] Se debe en parte a que tradicionalmente se ha seleccionado en contra de las tonalidades fuertes del gris-azulado, por lo que presentan un aspecto gris claro y nada azulado.
Sin quererlo, se ha ido contra los genes que aumentan la melanosis, que está presente en las razas negras españolas como la castellana negra, la menorquina, la carablanca o la andaluza azul.
[11] Su cría resulta complicada debido al gran grado de consanguinidad que existe entre los ejemplares.
[4] Además, ha sido relacionado con otras razas aviares como la leghorn, la rhode o la castellana negra, aunque no se ha realizado ningún estudio científico para demostrarlo; pero con toda seguridad ha tenido cruces con otras aves de corral con las que haya compartido el espacio.
[7] Sus plumas son las más apreciadas por los pescadores de río, pues están consideradas las mejores del mundo y no solo están destinadas al mercado nacional, sino que se utilizan en Argentina, Chile, República Checa, Francia, Japón, Estados Unidos o Noruega, entre otros.
[6] En 2015 las parejas de esta raza no llegaban a cuarenta, y solo el 10% del gallo que se criaba en el valle correspondía a esta raza.