El ejército de Manuel Godoy, con una superioridad numérica muy clara (12000 portugueses contra 40000-50000 españoles), no tuvo muchos problemas en conseguir sus objetivos.
En total, la fuerza portuguesa ascendía a cerca de 27000 efectivos, caballería y artillería incluidas, ya que los regimientos no estaban completos y el propio ejército seguía esperando refuerzos procedentes de otras partes del territorio portugués.
La fuerza española, que había escuchado rumores sobre los movimientos enemigos, esperaba la incursión lusa, contando con unos 4000 hombres y 9 piezas de artillería, concentrados en su mayoría en el Castillo de Monterrey y sus aledaños.
En las primeras horas del día 9, las fuerzas lusas abandonan Vilarelho Da Raia y comienzan su avance, divididas en dos columnas.
Este hecho sería evidente cuando la segunda columna portuguesa, al aproximarse a la fortaleza, se encontró de repente bajo un intenso fuego enemigo, lo que frenó su avance y provocó significantes bajas.
Los disparos repentinos asustaron a caballos y hombres por igual, quienes, creyendo estar bajo ataque español, comenzaron a huir desesperadamente hacia Chaves, dejando atrás todo el equipamiento.
Los oficiales lusos tardaron horas en restaurar el orden en sus tropas y el propio Gomes Freire tuvo que acudir en persona a Chaves para desacreditar los rumores sobre su derrota y llevar de vuelta al frente la buena parte de sus soldados.
A partir del día 11 el general portugués procuró establecer una línea defensiva sólida en la frontera con su centro de operaciones en Vilarelho da Raia, ya que pensaba que los españoles pasarían a la ofensiva al tener superioridad numérica.
El general español, pensando que podía partir en dos al contingente portugués si es capaz de tomar esa localidad, decide enviar al día siguiente a 50 caballeros y 200 infantes.
Condenado a muerte, la súplica de su hija ante Napoleón consiguió que su castigo fuera conmutado por la cadena perpetua.