Las incrustaciones más frecuentes son las de naturaleza calcárea y pueden formarse sobre cualquier superficie expuesta a aguas duras, como rocas, animales, vegetales o conducciones de agua artificiales, como canales o tuberías.
[2] Ese mismo proceso químico es, por lo demás, el que da lugar a la formación de tobas (por el agua que gotea sobre hierbas y musgos), de estalactitas, estalagmitas y otras concreciones minerales.
Dichas incrustaciones se sitúan en cualquier parte del sistema, de preferencia en ductos y cañerías.
Sus fuerzas de adherencia (Van der Wals) son muy elevadas y como resultado se forman depósitos que solo pueden ser removidos mecánicamente.
Este tipo de incrustación es a diferencia de la anterior mucho menos adherente, es blanda al tacto y porosa, su nucleación es desordenada y heterogénea, puede ser removido en forma relativamente fácil por agentes químicos.