Desde 1989, no se ha avistado ni registrado un solo sapo de esta especie, en ninguna parte del mundo.[6] Las hembras de la especie eran levemente más grandes que los machos, y su aspecto era bastante diferente.En su libro In Search of the Golden Frog, En busca de la rana dorada, describió la experiencia como la vista más increíble que haya tenido, y dijo que se veían como "estatuas, joyas deslumbrantes en el suelo del bosque".[5] Cinco días después, Crump atestiguó que las piletas en el área se estaban secando, lo cual atribuyó a los efectos de El Niño, "dejando huevos desecados cubiertos con moho".[2] Durante el periodo entre su descubrimiento y desaparición, el sapo dorado aparecía frecuentemente en carteles publicitarios promocionando la biodiversidad de Costa Rica.También existen especies comparables con el sapo dorado en la misma zona de su hábitat en Costa Rica, como es el caso del Bufo holdridgei.[4] También es una hipótesis aceptable que las especies invasoras, no nativas de la zona, podrían haber causado su extinción.En los años anteriores a la extinción de Incilius periglenes, el turismo creció exponencialmente en Costa Rica, impulsado por la estabilidad histórica de su gobierno y las siempre buenas relaciones con los Estados Unidos.