[4] Este despliegue, según la mentalidad barroca, busca atraer al fiel hacia su Divinidad, mediante el reclamo de los sentidos.
[5] En definitiva, el rococó ha llegado aquí al paroxismo ornamental,[3] desdibujando las líneas tectónicas, que se disuelven en este mare mángun decorativo, donde las superficies crepitan nerviosamente, sin que la vista encuentre reposo en ningún lugar.
La virgen, de pie, porta al Niño sobre el brazo izquierdo, mientras que en su mano derecha muestra una fruta o una flor.
[3] Si se vuelve la vista hacia los pies de la iglesia desde el crucero, en el extremo contrario del edificio, se puede admirar el coro, o lugar del templo reservado al clero en el que los clérigos cantaban las horas canónicas y celebraban el oficio divino.
[3] Sobre la tribuna de los pies se sitúa el órgano, con sobria caja neoclásica que cobija la trompetería.
Su construcción se llevó a cabo entre 1780-1782, por el maestro tallista Juan Sánchez de Castañeda.