Consta de tres naves, con contrafuertes laterales, entre los que se instalaron las capillas, y girola.
Arquitecto valenciano que vivió entre los siglos XVII y XVIII, fue discípulo de Juan Bautista Pérez Castiel quien le inculcó la estética barroca.
En todo esto se tiene que añadir un caso gracioso, ya que el suspicaz constructor –Juan Bautista Viñes, quien realizó la obra por diez mil ducados– advirtió en los capítulos concertados por la parroquia que nada se hablaba en punto a escalera y construyó la torre sin ella, subiendo cuando era necesario por medio de unos maderos.
Ello fue causa para que, discordados los ánimos, se llevara el asunto a los tribunales, fallando éstos a favor del constructor de la torre, por lo que hubo de pagar su inadvertencia la parroquia, costeando la escalera que fue construida bastantes años después con un total de 128 peldaños.
Al exterior, los pisos se adivinan por las molduras horizontales que circundan la torre.
Las obras durarán un año y la limpieza ha empezado por la parte superior, la más dañada de todo el campanario.
Una de las dificultades añadidas fue la colocación del andamio que resultó una tarea muy complicada.
La calle Sombrerería es muy estrecha y se habló de dejar un paso para los peatones que pasan por la zona, sobre todo en los fines de semana, cuando se instala el mercadillo dominical.
En cuanto al “polémico” reloj, la Conselleria de Educación y Cultura no sabía qué hacer tras la limpieza del monumento, si lo dejaba o lo iba a eliminar para siempre, y por ello tuvo que tras la limpieza de la torre de Santa Catalina si deja o elimina el reloj situado en la parte superior del campanario.
El propio cronista (fray Tomas Güell), que acudió también a satisfacer su curiosidad, menciona que la primera campana pesaba treinta y ocho quintales y siete la última.
En cada una de las campanas, en la circunferencia superior, ay este letrer: Ricardus Phelps Londini me fecit, 1729).
El suceso conmovió a toda Valencia, que acudió a ver las seis campanas fabricadas en Inglaterra, y la curiosidad fue tan grande que llegó en algunas casas a la exaltación de los ánimos, contribuyendo no poco los fundidores de campanas de Valencia, enojados por haber sido preferidos por un extranjero, del que temían nuevos envíos.
El griterío era tan enorme que, según cita el cronista padre Tomas Grüell, (quanto mas los curcunstantes levantaban la gritería, que a no se las vozes de aquellas de metal sonoro.
El mismo manuscrito ponía de manifiesto la dificultad en que se encontraban los encargados del volteo de las campanas: (Son menester diez hombres para voltearlas juntas, quatro para las quatro más pequeñas, dos para el tenor y quatro para la campana grande, dizen que ha puesto cuerdas como hombres ha de tocarlas; y a los que las tocan, les causas no poca pena, que para los diez es el lugar estrecho, y esto no puede remediarse).
En 1902 y siendo que la ciudad iba creciendo se realizó el famoso arreglo parroquial, donde se iban reubicando Parroquias, por ello la Parroquialidad de Santa Catalina y paso a depender de San Martín mientras que la titularidad pasó a San Agustín y en 1915 las cuatro campanas grandes se las llevaron a este, rompiendo la grande para rehacer un juego nuevo junto con las otras tres inglesas restantes.
Después entre la guerra del 36 y la refundición de las dos que quedaban inglesas, fueron desaparecidas por completo.
En 1950 se funde la Maria de la Asunción, rajandose y refundida otra vez en 1980.