En la isla de La Palma data la devoción a este Santo desde la primera mitad del siglo XVIII.
A continuación manda a sus herederos que si su muerte acaeciera antes de edificarse el templo, estos o aquel al que le tocase aquellos terrenos en participación, tendría la obligación de acabar su construcción si estuviera comenzada o acometer su fábrica si no lo estuviera.
Las magníficas tallas mencionadas obedecen a un mismo estilo y escuela.
Su traída corrió a cargo de los Padres Paules para el templo del ex convento dominico, y de este, llevada posteriormente a Las Manchas por el Rvdo.
Exteriormente la ermita repite la estructura típica de estas edificaciones en las islas.
Su cubierta exterior, sin embargo, ofrece una original particularidad, combinando en la nave los dos tipos de teja, la árabe y la denominada marsellesa o francesa.
El arco descansa sobre sendas pilastras de impostas salientes, con los bordes limitados por dos baquetones; en la unión con la imposta aparecen dos adornos en forma de hojas o lengüetas cuyo motivo se vuelve a repetir en el arranque del arco que lleva el mismo adorno que la pilastra.
A ambos lados del altar mayor hay dos puertas, la de la derecha que da paso a la sacristía y la de la izquierda, que actualmente está tapiada, que comunicaba con otra sacristía de construcción reciente a la que se le ha ido abajo el techo conservándose solo sus muros; las dos puertas son gemelas y están situadas simétricamente una frente a la otra, sus dinteles son de piedra con un dovelaje no muy ancho y alto, presentando todo el aspecto de una estética arquitectónica que se difundió en las primeras décadas del siglo XIX.
Esto fue así hasta que a principios del siglo XX, el campesino José Antonio Jiménez “Patachueca” (1873-1946), tuvo la iniciativa de construir una tubería desde hasta el chorro de la que se colocaría frente a la ermita.