Los trabajos comenzaron en 1729 luego de que el antiguo fuera arrasado por la crecida del río el año anterior.
La documentación es bastante precisa y permite saber, por ejemplo, que la campana mayor ubicada en la torre del Evangelio, fue donada por quien fuera el vicario, don Roque Rodríguez de Arenas en 1745 y que, desde sus inicios, se privilegió una fachada de estilo barroco mestizo, adornada con columnas salomónicas.
En la torre derecha se encuentra el reloj público de cuatro esferas, adquirido en New York en 1901 y traída en balsa desde Guayaquil por el Comité Juventud Sechura.
Después, en 1928 un nuevo temblor hace que la torre pierda plomo y se agrieten los muros.
Para 1938 ya están concluidos los trabajos en cúpula, arcos y faltaba solamente el cuerpo de la torre del evangelio.
joya de la arquitectura barroca mestiza, casi única en su género en la costa peruana, recientemente intervenida y recuperada.
Sobre uno de los lados más cortos se levanta la fachada principal que mira hacia el norte.
Además del ingreso en la fachada principal, el edificio cuenta con otras dos entradas en cada uno de los lados longitudinales.
En el 2012, se decidió actualizar el expediente del templo para que sea nuevamente aprobado por el Ministerio de Cultura.
En esos seis meses de trabajo se fueron registrando con videos, fotografías y esquemas cómo había sido el proceso constructivo original, detectándose las lesiones que la iglesia presentaba y que habían sido previamente reparadas.
Ahora todas las bóvedas se sostienen a sí mismas y están reforzadas, lo cual nos dan un margen de seguridad superior al que tenían y sobretodo, habiendo recuperado en un 100 por ciento las bóvedas originales”, precisa el arquitecto.
Muros: Se eliminaron casi todos los revoques exteriores en los muros (que habían sido sustituidos en algún momento con morteros de cemento), en ese momento se pudo detectar que en el transepto algunas porciones de muros y bóvedas no eran originales, “la reparación antigua” de los mismos había sido hecha sin tener en cuenta los amarres en las esquinas.
“Le devolvimos la lectura y el uso que tuvo en algún momento”, indica el arquitecto Torres.
“Aún queda un trabajo importante por hacer en pintura mural, porque el presupuesto no estaba destinado para ello.
Fue una iniciativa nuestra y del Arzobispado de Piura que pudo preocuparse por rescatar algunos testimonios”, mencionó.
Para remarcar la circulación central, se usó el mismo tipo de piso con un color habano.