[1] El conjunto parroquial está presidido por el volumen ocupado por el templo, el cual se dispone en forma de abanico, cerrado por un muro frontal sinuoso y con una cubierta de gran pendiente casi paralela a la ladera.
Completan el conjunto los anejos adosados en los laterales del templo, al norte los servicios parroquiales y al sur la vivienda del párroco.
[1][2] El interior del templo tiene una fuerte carga simbólica y sigue las prescripciones del Concilio Vaticano II configurando un lugar idóneo para la reunión de la asamblea eucarística.
Destaca el prodigioso dominio de la luz materializado en los muros desnudos de piedra sobre los que se sajan aberturas precisas por las que la luz penetra y tensa mágicamente el espacio.
La elección de este material resulta muy acertada en su contexto, puesto que el aluminio plateado refleja la luz y aporta ligereza al conjunto.