Dos pares de pilastras con fustes acanalados y capiteles toscanos flanquean el vano; los intercolumnios presentan bellos boceles rectangulares.
Está presente en esta parte alta, el clásico esquema “serliano-palladiano” de fines del siglo XVI y comienzos del XVII: hueco central de medio punto, flanqueado por dos estructuras adinteladas más bajas, que se unen al cuerpo principal por grandes “ces” como si fueran aletones.
Estilísticamente, la portada se adscribe al clasicismo herreriano de finales del siglo XVI, con detalles decorativos y estructurales claramente barroquizantes.
El arco triunfal presenta un leve apuntamiento y apoya en pilares fasciculados con capiteles propios del gótico final.
El diseño de estas bóvedas es algo más complicado pues se añaden combados rectos y curvos que forman rombos.
La clave central del último tramo se decora con jarrón de azucenas alusivo a la Virgen María.
Dicha lápida se encuentra muy deteriorada, de ahí su difícil lectura, pero hace referencia al año 1494.
En esos años se constata una gran actividad, como atestigua el elevado número de pagos a los artífices que trabajaban en la obra.
Ese año se efectúan sólo mínimas labores a cargo de los maestros Francisco Suárez y Juan Mondragón.
En 1571 se reanudan las obras, como queda reflejado en los pagos efectuados a varios canteros como Pedro Mondragón o Alonso Valiente.
A éste le ayudaron otros artífices como Manuel de Escobar, Francisco Díaz, Domingo Jorge, Alonso Hernández y Sebastián Alviz.
En el templo se realizó, en los años 90 del siglo XX, una importante rehabilitación que ha puesto en valor las bellas bóvedas de crucería y los paramentos interiores, dejando vista la excepcional sillería granítica.
El retablo se distribuye en banco, dos cuerpos (con tres calles cada uno separadas por ocho columnas pareadas) y ático.
En el primer cuerpo del retablo se localizan las imágenes de San Pedro, a la izquierda del espectador, y San Pablo, a la derecha, entre ocho columnas pareadas de fustes entorchados y capiteles corintios profusamente decorados.
Ambas imágenes se disponen en hornacinas de medio punto bellamente decoradas que rematan en frontones curvos.
La calle central culmina en arco de medio punto, acasetonado por el intradós, y cobija la gran custodia-manifestador.
En el primer cuerpo de la custodia se sitúa la puerta del sagrario decorada con bellos ángeles en relieve, que sostienen un cáliz con la Sagrada Forma.
El ático del retablo mayor está presidido por un Calvario de talla, dispuesto sobre fondo pictórico, realizado por Paulo Lázaro, y al que corona un frontón curvo apoyado en cuatro pilastras.
Por cima, encontramos el cuerpo que se estructura en tres calles separadas por cuatro columnas salomónicas de fustes muy recargados con ornatos vegetales.
El retablo remata con un ático desarrollado en edículo central, adintelado y coronado con frontón recto partido; en los laterales sendos medios puntos.
Los intercolumnios del primer cuerpo se decoran con pinturas sobre tablas que representan a los cuatro doctores de la iglesia occidental.
En el banco resaltan cuatro ménsulas, muy decoradas, con elementos vegetales y grandes “ces” que sostienen las columnas del cuerpo central.
El cuerpo principal del retablo se desarrolla en cuatro columnas salomónicas de rica decoración en sus fustes y dos pilastrillas laterales.
Contiene una imagen en madera policromada, posiblemente de un apóstol, quizás San Judas Tadeo, del siglo XVIII.
Los remates lo timbran pirámides y bolas; dos aletones, a modo de tornapuntas, unen la calle principal con las laterales.
En las calles laterales hay otras dos composiciones pictóricas sobre soportes lignarios acabados en medios puntos: San José (derecha del espectador) y la Virgen María (en la izquierda).
En el vano central, adintelado y culminado en frontón recto, a su vez enmarcado en un medio punto, se venera una pieza en madera policromada del Niño Jesús.
Se ordena en banco, cuerpo único que se divide en tres calles separadas por columnas entorchadas con ornados capiteles corintios; remata en un ático, con elevado edículo central; lo corona un frontón, sobre bellas ménsulas, con bolas y pirámides en los ángulos al que flanquean dos elementos más bajos.
Posiblemente su fabricación se realizara en los años iniciales del siglo XVIII, trasladándose a la parroquia, hacia 1830, desde su ubicación originaria en el convento franciscano, una vez desamortizado este.
El banco aparece ornamentado con gruesos roleos vegetales, entre ellos, las ménsulas de hojarasca sobre las que descansan las cuatro columnas del cuerpo central.