El iberismo es un movimiento político que defiende el acercamiento de las relaciones entre España y Portugal, incluyendo recientemente a Andorra.[1][2][3] Originalmente, esta ideología fue promovida principalmente por movimientos republicanos y socialistas de España y Portugal, desde el siglo XIX, cuando tuvieron mayor predicamento ideales nacionalistas de carácter integrador, como los movimientos equiparables del Risorgimento italiano o la unificación alemana.[8] Se diferencia del paniberismo en que, mientras el iberismo atañe estrictamente a los territorios peninsulares, el paniberismo incluye los territorios que históricamente han estado vinculados a las dos culturas ibéricas principales: la española y la portuguesa; comprendiendo de esta forma gran parte del continente americano, así como territorios de África y Asia, por este orden.Ambos poseen una similitud léxica del 89 %, más que el castellano con el catalán (85 %), con el italiano (82 %) o con el francés (75 %).[15] Sin embargo, las guerras del monarca español en Europa afectaban a los territorios y al comercio portugués en sus territorios ultramarinos, y además el intervencionismo desde Castilla en los asuntos portugueses, especialmente los financieros, produjeron una rebelión que puso en el trono al duque de Braganza, proclamado rey como Juan IV.Esta unión de tipo monárquico era apoyada por los liberales progresistas, que deseaban que se realizase la integración ibérica bajo la monarquía liberal constitucional, e implantar un sistema político y social más acorde con el desarrollo económico capitalista.Fue defendida principalmente por los componentes más significativos de la burguesía media y las profesiones liberales.La otra corriente abogaba por una «federación ibérica» republicana, pues veía a la monarquía como cimiento del latifundismo y el régimen oligárquico burgués.La solución del problema debía encontrarse en la implantación de un régimen federal republicano con un amplio consenso democrático.La representación de Granada se hace mediante escusón sobre el todo, en lugar del tradicional cuartel entado en punta.Este tipo de movimiento cultural se hizo cada vez más activo, incrementándose con las conexiones ferroviarias entre Madrid y Lisboa.Influidos por la Revolución de 1848 en Francia, unos 400 españoles y portugueses emigrados en París crearon el Club Ibérico y organizaron una manifestación frente al ayuntamiento en la que, precedidos de una bandera con emblemas ibéricos, vitorearon a la federación.Entre los más fervientes seguidores de la federación ibérica en España se encontraban republicanos como Francisco Pi i Margall,[34] Sixto Cámara, Fernando Garrido, etc.En la década de 1850, en Portugal, jóvenes republicanos como Henriques Nogueira o J. Casal Ribeiro sostuvieron la postura iberista.Por otra parte, los artículos que Ribeiro publicó en la Revue Lusitanienne en el año 1852 defendían una unión ibérica en forma de régimen republicano federal.Por su parte, Francisco Pi y Margall, sin preocuparse por las divisiones territoriales de los Estados que iban a componer la Federación ibérica, abogó reiteradamente por una federación autonomista y el "pacto proudhoniano", empezando por los municipios hasta alcanzar la formación del Estado.Otra propuesta fue la realizada por Teófilo Braga que describió la trayectoria común de España y Portugal como parte da ordem natural das coisas.Según su pensamiento político, el propio Braga desarrolló un plan concreto para el establecimiento de una Federación Ibérica en la que España debería convertirse en república, dividirse en territorios autónomos e incluir en dicha federación a Portugal que sería así la más fuerte y grande unidad del conjunto, así como establecer la capital en Lisboa.Durante todo el Sexenio Revolucionario el movimiento alcanza su mayor auge tanto en España como en Portugal.Sin embargo, hubo facciones que proponían otros candidatos, y los republicanos reaccionaron violentamente contra esos proyectos.En el proyecto presentado por Castelar a la Cortes Constituyentes en julio, España se componía de los dieciocho Estados siguientes: Andalucía Alta, Andalucía Baja, Aragón, Asturias, Baleares, Canarias, Castilla la Nueva, Castilla la Vieja, Cataluña, Cuba, Extremadura, Galicia, Murcia, Navarra, Puerto Rico, Valencia, León y las Regiones Vascongadas.[37] Desde fines del siglo XIX el proyecto iberista se fue diluyendo pero sin llegar a desaparecer.El último cuarto del siglo XIX se caracterizó por una estabilización política tanto en España como en Portugal.Ambos países buscaron un acuerdo con Francia como con el Reino Unido para mantener un statu quo para alejar cualquier revolución político-social, lo que acentuó la afirmación nacional tanto en España como en Portugal, lo que supuso un freno en el iberismo.[42] Otro destacado iberista fue el poeta Joan Maragall, amigo de Unamuno[43] y autor del Himn Iberic (1906).Los catalanistas aspiraban a la realización de la Unión Ibérica, ya que el peso de Castilla y la hegemonía política y cultural del castellano podría disminuir relativamente al quedar incluido Portugal dentro del territorio estatal.Este proyecto del nacionalismo catalán dio enorme importancia a la integración lingüística.La implantación de la I República Portuguesa en 1910 produjo que los iberistas fueran considerados como traidores, debido a que los monárquicos portugueses habían buscado apoyo en España contra el republicanismo de finales del siglo XIX.En el campo conservador católico tradicionalista, António Sardinha y otros autores portugueses abogaron por ideas panhispanistas, pero rechazando sin embargo el término de iberismo.Este partido político propugna superar los actuales estados soberanos ibéricos (Andorra, España y Portugal) para construir una nueva República de corte confederal.
La península ibérica vista desde el espacio en enero de 2003.