Estos proyectos se convirtieron en prioridad absoluta de la compañía y fueron planeados y trabajados con un año o más de antelación: la sorpresa que contenía el huevo se mantenía siempre en secreto.[1] Para el diseño de los huevos imperiales Fabergé se inspiró en distintos estilos artísticos europeos, como el Barroco, el Rococó, el Neoclásico o el Modernista, así como en obras de arte que contempló durante sus estancias y viajes por Europa.Los restantes 8 huevos imperiales se consideran perdidos o desaparecidos (Stalin ordenó venderlos para recaudar fondos);[4] dos se conocen solamente por haber sido fotografiados en primer plano, otros tres se han descubierto en 2007, dos de ellos en una foto tomada a una vitrina de la zarina María Fiódorovna, donde aparece el tercer huevo imperial (este huevo fue recientemente descubierto y será rematado)[5] y el huevo con querubín y carruaje, este último quedó reflejado en el cristal de la misma, en cuanto al huevo del neceser figura en una fotografía de la joyería Wartski, Londres, en la parte inferior de una vitrina.Entre los materiales usados por Fabergé figuran metales como el oro, platino, plata, cobre, níquel, paladio y acero, los cuales fueron combinados en distintas proporciones con el fin de conseguir diferentes colores para la «cáscara» del huevo.[1] Otra técnica usada por Fabergé fue la conocida como guilloché, un tratamiento de grabado superficial sobre metal que consiste en hacer ondas, estrías o cualquier otro dibujo, de un modo repetitivo y simétrico, que se podía realizar a máquina o a mano.Muchos huevos incluían minerales como el jaspe, la malaquita, la rodonita, el cristal de roca, el ágata, la aventurina, el lapislázuli[6] y el jade (nefrita sobre todo, aunque usaba a veces la jadeíta).[1] Las piedras preciosas, incluyendo los zafiros, los rubíes y las esmeraldas, fueron utilizadas para la decoración de los huevos y/o la sorpresa que contenían.