Este conflicto si bien aparentó tener un carácter pacífico, estuvo marcado por la violencia entre trabajadores y las Fuerzas Armadas.
Se generó una ofensiva del Estado hacia los trabajadores en el gobierno de Onganía, que fue el más duro.
El mes de octubre trajo consigo noticias esperanzadoras, plegandose al paro algunos encargados y jefes de planta, por las sanciones que la empresa les impuso al negarse a realizar funciones ajenas a su especialidad.
Las filiales del SUPE Mendoza y Avellaneda lanzaron su apoyo con quites de colaboración.
El gobierno aumentó la ofensiva sobre los trabajadores con las primeras oleadas de cesantías (50, 94 y casi 100 más respectivamente), afirmando que no habría acuerdo sin el levantamiento del paro.
El 10 de octubre son intervenidos los dos gremios que tenían su personería gremial cancelada y clausurados sus locales.
Un operativo policial se armó en La Plata para evitar el acto que realizaría la CGT de los Argentinos en apoyo a la huelga.
Sin embargo, hacia la noche irrumpió en la zona céntrica un grupo de 200 manifestantes que se enfrentó con explosivos a la policía.
Por su parte en el sector estudiantil las agrupaciones juveniles que apoyaban la huelga realizaron actos relámpago en el centro de La Plata, repartiendo volantes y con cantos a favor del SUPE.
Durante esa noche se produjeron nuevos ataques al diario El Día y el Correo central.