Nueve años después de su apertura, en 1961, el sanatorio contaba con una gran actividad, tenía un millar de internados, debido en parte a que la tuberculosis provocaba una gran morbilidad y mortalidad, y el tratamiento aceptado, que curaba la enfermedad, duraba dieciocho meses.
A comienzos de 1973 la comunidad de monjas carmelitas abandonó el hospital; lo que provocó que la atención a los enfermos se deteriorara y el descontrol se intensificara.
Creyó que había sido un error el cierre del sanatorio Flor de Mayo.
Había, sin embargo, una proporción de enfermos con alteraciones graves en su estado general, otros con tratamientos anteriores que habían causado resistencias bacterianas y necesitaban pautas terapéuticas más tóxicas y problemáticas, otros que tenían enfermedades asociadas que interferían en el curso o tratamiento, como la cirrosis hepática, la diabetes, la silicosis, nefropatías, los que tenían tuberculosis en otros órganos, como los riñones, las articulaciones, la laringe, el intestino, el peritoneo... y, finalmente, los que padecían de complicaciones, como derrames pleurales, empiemas, insuficiencia respiratoria, perforaciones pleuro-pulmonares o hemoptisis.
Estos enfermos necesitaban ser internados en un hospital y en ese momento no había en Cataluña ningún centro en disposición de hacerlo.
[4] Continúa diciendo, que él, como próximo director del dispensario, no se podía responsabilizar del control de la tuberculosis en Cataluña y propuso la adaptación del sanatorio a los nuevos conocimientos, pidiendo los medios económicos y la colaboración técnica para llevarlo a cabo.
[4] Pasados unos días, el jefe provincial de sanidad citó al subdirector del dispensario en su despacho, el cual le encomendó que se encargara de la dirección del sanatorio.
Rodearon al director y le exigieron una modificación de esa situación.
Ese mismo día se produjeron veintitrés despidos en el hospital.
Después de estos hechos, los médicos entendieron que esta situación no se podía sostener.
Tres especialistas en neumología pasaron al sanatorio y se contrataron médicos asistentes hasta completar la plantilla.
[4] Durante todos esos años, el sanatorio dio una excelente asistencia médica y una atención humanizada a los internados.
La organización y el orden interior, sin embargo, seguían sufriendo una gran cantidad de carencias.
En 1984, los municipios de Sabadell y Tarrasa propusieron hacer un gran hospital mancomunado.
[4] El funcionamiento del hospital continúa con estancias cada vez más cortas y con un aumento constante de las consultas externas.
[4] Cinco médicos, una enfermera, una administrativa y tres auxiliares, decidieron continuar por su cuenta en las consultas externas.
La unidad residió en el edificio del sanatorio durante diez años, hasta su cierre definitivo en 1997.
En 2010, la residencia para discapacitados psíquicos y centro de día La Pineda, que se encontraba en un ala del hospital, tuvo que ser trasladada al centro de la ciudad.
Las otras catorce plantas, divididas por el cuerpo central en dos unidades de siete, contaban en cada una con setenta camas, con habitaciones para seis, dos y un enfermo, con lavabo individual, dentro del dormitorio cada habitación tenía una salida a la terraza, donde los enfermos cumplían el reposo al aire libre.
Una gran sala de cine con quinientas butacas proyectaba películas teatrales los sábados y domingos.
La lenta y dolorosa muerte de los enfermos provocaba una psicosis general que en muchos casos acababa en suicidio.