Unos 825 000 judíos vivían en Hungría, la única comunidad en la Europa ocupada que se había mantenido prácticamente intacta desde el inicio de la «solución final», pues pese a la constante dictación de leyes discriminatorias y el abierto antisemitismo, el gobierno del primer ministro Miklós Kállay había rechazado consistentemente las solicitudes de sus aliados nazis para deportar a la población judía.
Por esta razón, unos 15 000 judíos habían escapado desde sus países de origen hacia la relativa seguridad del territorio húngaro.
[1][2][3][4][5] Adolf Hitler creía que Kállay tenía intenciones de unirse a los Aliados y que deliberadamente protegía a los judíos de su país.
[6][7] Tras la invasión, que no encontró resistencia, Adolf Eichmann llegó a Budapest para supervisar la deportación de los judíos a los campos de exterminio en la Polonia ocupada.
Tres días después el cese se hizo efectivo, pero para ese momento todo el país a excepción de Budapest era judenrein.