La historia del comunismo está sumamente unida a un pensamiento que los filósofos alemanes Karl Marx y Friedrich Engels desarrollaron en el siglo XIX.
Estos principios de organización social, no obstante, han tenido orígenes y formulaciones diversos, incluso irreconciliables con el marxismo en su base teórica.
El anabaptismo encontró gran apoyo en las clases humildes proponiendo una nueva sociedad más justa y menos clasista, basándose en las enseñanzas bíblicas.
Convertido al calvinismo, Rousseau estaba bajo la influencia del movimiento jansenista dentro de la Iglesia Católica.
Las corrientes indigenistas, influidas por el pensamiento marxista, ven un protocomunismo en esta sociedad y en otras formas de organización tribal precolombinas.
Durante la última parte de los años 1920 el Komintern adoptó una línea en donde denominó a los Socialdemócratas como Fascistas Sociales.
Durante la Segunda Guerra Mundial, algunos partidos comunistas participaron en actividades de restistencia contra el Eje.
Los comunistas austriacos intentaron organizar una república soviética, pero la revolución no se extendió fuera de los principales centros industriales.
Bajo el mando de Béla Kun, los comunistas húngaros condujeron una rebelión y fundaron una república soviética.
Todos estos grupos unieron al Komintern en su fundación en 1919 y se convirtieron en los Partidos Comunistas de sus respectivos países.
La adaptación al Komintern causó la división, pues los elementos moderados formaron el Partido Laborista Social Democrático de Noruega en 1921.
Un fuerte contingente militar de 40.000 efectivos, las Brigadas Internacionales, fue formado con el apoyo activo del Komintern.
Durante la Segunda Guerra Mundial, los comunistas movilizaron actividades de resistencia en territorios ocupados por el Eje.
Su cuerpo centralizado de organización, el Komintern, había sido disuelto y las secciones respectivas eran ahora entidades independientes.
De manera informal, los estados Occidentales reconocieron el predominio de la Unión Soviética en sus países vecinos mientras la Unión Soviética no animó activamente la revolución en los países capitalistas, que liderados por los Estados Unidos, se oponían a la expansión del comunismo a escala global.
En Yugoslavia y Albania, los partidarios comunistas habían liberado sus países sin la ayuda militar soviética, haciéndolos ser en gran parte independientes de la voluntad del PCUS.
En 1956 se produjo una rebelión contra el gobierno comunista que provocó la intervención militar de la Unión Soviética y la posterior ejecución del primer ministro Imre Nagy.
Tras sofocar la rebelión, se colocó en el gobierno al recién creado Partido Socialista Obrero Húngaro bajo la dirección del nuevo presidente János Kádár.
Ya desde su acceso al poder, el gobierno comunista de Yugoslavia se mantuvo distante con la Unión Soviética conservando su independencia política y económica.
En América latina el comunismo desarrolló numerosas corrientes dogmáticas durante la época de postguerra que le otogaron una peculiaridad propia.
El espíritu revolucionario se impregnó con fuerza en un continente caracterizado por profundas desigualdades sociales, y amplió sus bases teóricas con aportaciones como la Teología de la liberación.
Además, surgieron movimientos revolucionarios en numerosos países inspirados en la Revolución cubana, como en Colombia, donde ya actuaban varios grupos guerrilleros comunistas como las FARC o el ELN, o en Venezuela, donde el Partido Comunista creó las Fuerzas Armadas de Liberación Nacional.
Esta visión del campesinado como eje del sistema es una de las aportaciones de Mao Zedong al pensamiento comunista y diferenciaba el sistema chino respecto al modelo soviético, que en aquellos momentos era el referente.
La teoría desarrollada por Mao Zedong es conocida como Maoísmo y posteriormente fue acogida por muchos comunistas de Asia.
Los comunistas del norte, apoyados por la República Popular China, iniciaron una ofensiva con la pretensión de unificar toda la península bajo un único régimen.
El sur, amparado por Naciones Unidas y apoyado militarmente por Estados Unidos, tuvo serios problemas para detener las fuerzas comunistas, que llegaron a controlar el 90% del país, con lo que la intervención americana resultó determinante para evitar la victoria comunista.
En Camboya, los Jemeres Rojos liderados por Pol Pot tomaron la capital en 1975 e instauraron una dictadura marxista de carácter agrario.
El país pasó a llamarse Kampuchea Democrática convirtiéndose en un régimen totalitario que practicó matanzas y usó campos de trabajos forzados.
De los cinco estados socialistas restantes, China, Vietnam, y Laos se han movido hacia economías de mercado, pero sin la privatización principal del sector estatal, fenómenos conocidos como Socialismo con características chinas y Đổi mới en el caso vietnamita.
En Venezuela, el Partido Comunista estuvo estrechamente alineado con los gobiernos de Hugo Chávez y Nicolás Maduro.