Sus padres fueron adinerados y le mandaron a Egipto, donde recibió una educación bajo la tutela de un gramático.
Allí, Hilarión "dio muestras de su gran ingenio y buenas costumbres.
Al poco tiempo era amado por todos y llegó a ser muy versado en el arte de hablar".
Quizás fue durante esta época cuando Hilarión se convirtió al cristianismo, y fue conocido por su desprecio a las populares formas de entretenimiento, prefiriendo participar en las asambleas de la Iglesia.
Con el correr del tiempo, Hilarión se acostumbró a la vida ascética y pasaba su tiempo "orando con frecuencia y salmodiando, trabajando la tierra con la azada, para que la fatiga del trabajo redoblara la de los ayunos".