Hidelberg Ferrino

Esa misma tarde, cuenta la historia, Ferrino buscó en los depósitos de los galpones del ferrocarril en el que trabajaba, para escontrar toscos terrones de arcilla que llevó a su casa, molió y amasó luego de mojados, para sentar en una silla luego a su reciente esposa, Juanita, y hacerle el fiel retrato en una noche.

Miles de obras en dibujo y pintura, 988 esculturas en colecciones privadas o en su Casa Museo hablan de una pasión que solo frenó su muerte, puesto que hasta el último día dejó en su taller siete obras en plena ejecución.

No obstante haber recibido numerosas distinciones y premios muy importantes, tanto a nivel nacional como provincial y regional, Ferrino mantuvo siempre un bajo perfil al respecto, prefiriendo más trabajar que exponer su obra, aunque también fue importante su participación en muestras.

Fue arqueólogo durante 25 años conformando así una importantísima colección arqueológica diaguita que se exhibe en la Casa Museo Ferrino de Mar del Plata, y es visitada periódicamente por alumnos y estudiosos de todos los niveles educativos.

Su autobiografía quedó inconclusa con su fallecimiento y será terminada por su esposa, la escultora Elizabeth Eichhorn, de acuerdo a los ítems que dejó para su realización.

También se hallan obras de su autoría en instituciones públicas y privadas, como Centros, Agrupaciones, Clubes, Asociaciones, Sindicatos, Galerías, Colonias Infantiles, Iglesias, etc.

Falleciendo su esposa, en 1978 Ferrino vuelve a contraer nupcias, esta vez con la profesora de arte y escultora Elizabeth Eichhorn.

En sus frecuentes viajes al norte argentino gracias a las becas recibidas, conoce en circunstancias fortuitas a José Dolores Fiorello, catamarqueño diputado justicialista por Pomán y luego senador con quien, pese a las diferencias políticas que nunca interfirieron (Ferrino era partidario de las ideas socialistas muy arraigadas en Mar del Plata), nace una amistad férrea que los acompañará de por vida más allá del fallecimiento de Fiorello, perpetuado en la relación estrecha entre las dos familias.

En su honor, en plena construcción del Monumento a Nuestra Señora de Belén, Ferrino graba en la base-zapata de la gigantesca obra la frase que su amigo le dijese un día: "La oración es un cielo azul que pone alas al espíritu".

Hidelberg Ferrino con el maestro de La Boca, Benito Quinquela Martín
Ferrino dibujando con Juan Carlos Castagnino en la estancia "La Pastora".