Sus experimentos fueron de los más perversos y dolorosos practicados por estos médicos;[1] se basaban principalmente en infligir heridas a los prisioneros e infectarlas para simular las heridas de los soldados alemanes que combatían en el frente.
[2] También experimentó con niños, llegando a inyectarles aceite y evipán (barbitúrico conocido como hexobarbital) para extirparles luego los miembros y órganos vitales.
En 1946 comenzaron en Núremberg los juicios contra los nazis que realizaron estos “experimentos médicos”.
Herta fue la única mujer del grupo de los 15 médicos hallados culpables y sentenciada a 20 años de cárcel, aunque consiguió la libertad a los diez años por buena conducta.
Volvió a ejercer la medicina como médico de familia en Stocksee, Alemania, pero perdió la licencia para ejercer en 1958, cuando una superviviente de Ravensbrück la reconoció.