La corporación es popularmente conocida como la Hermandad del Císter, debido a los orígenes y primeras salidas procesionales de la Cofradía, las cuales se efectuaban desde el Monasterio Cisterciense de la Inmaculada Concepción.
Ayuntamiento de Córdoba, siendo instalada en la Plaza del Cardenal Toledo.
A continuación, surgiría la idea de formar una Cofradía en el Monasterio Cisterciense de la Inmaculada Concepción, más conocido popularmente como el Convento del Císter.
Esta imagen estuvo en casa de D. Fernando Morillo-Velarde Chiclana, hermano promotor de la Hermandad, y la cual estaba situada en la Plaza del Cardenal Toledo N.º 3.
En los inicios de la Cofradía, ésta imagen procesionó en la jornada del Viernes de Dolores, sobre un antiguo paso que a la Hermandad donó la Cofradía del Sepulcro, en un fervoroso y concurrido Vía Crucis.
Sin embargo, apenas un año después, y debido a la reforma de las normas monacales que trajeron consigo una modificación del espacio de clausura en la Iglesia Conventual, la Hermandad tuvo que dejar su sede fundacional y trasladarse al cercano Convento de los Padres Capuchinos.
[4] La imagen del Señor es Obra de Antonio Eslava en el año 1978.
No obstante, la Hermandad ha cambiado en determinadas ocasiones la posición de estas, siendo colocadas a su espalda.
[5] Todas estas figuras procesionan sobre un paso dorado en grandes dimensiones, obra de Rafael Barón Jiménez, y que en la actualidad, solo le resta por dorar el respiradero trasero.
La primera, de mirada baja e ensimismada, apenas frunce el ceño y con la boca cerrada; por su parte, la imagen del apóstol, que presenta el mismo semblante, parece estar hablándole y dándole consuelo al tener la boca entreabierta.
Su candelería, varales y orfebrería fueron estrenados en su totalidad a lo largo de sus primeras Estaciones de Penitencia en los años noventa, mientras que las bambalinas, con una forma original y una crestería llevada a cabo por los Talleres Villarreal, están realizados en terciopelo burdeos, renovados en el año 2016.
Con la incorporación de la nueva Dolorosa de los Ángeles y San Juan Evangelista, la Hermandad encomendó al imaginero Rafael Barbero la restauración, quien se encargaría de retirarle las lágrimas y tallar la imagen del Niño Jesús que en la actualidad porta en sus brazos.
La enfermedad de Antonio Eslava en aquel entonces impidió que el encargo fuera llevado a cabo por su autor original.