Enoc vivió hasta los 365 años, y es el único patriarca del que se afirma que no falleció, como se puede leer en Gn 5,21-24: «Enoc anduvo con Yavé, y desapareció porque Yavé se lo llevó»;[2] «Por la fe Enoc fue trasladado para no ver la muerte, y no fue hallado, porque lo trasladó Dios».
[cita requerida] Génesis 25.4 RV60 Según el Libro de los Jubileos (texto apócrifo escrito en tono midrásico probablemente en el siglo II a. C. por un judío fariseo; de la versión hebrea solo se conservan los fragmentos encontrados entre los manuscritos del Mar Muerto; la versión mejor conservada es la etíope): El se refiere al Dios Altísimo, cuyo nombre se plasma en los textos sagrados hebreos.
Shemhazai lloró amargamente, pues temía que sus hijos, aunque bastante altos para no ahogarse, murieran de hambre.
Cuando Shemhazai le hizo proposiciones lascivas, ella se dirigió a los hijos de los Elohim: «¡Préstenme sus alas!».
La creencia popular egipcia identificaba a Orión, la constelación en la que se convirtió Shemhazai, con el alma de Osiris.
Las uniones entre dioses y mortales (que generalmente en la mitología provienen de las uniones de reyes o reinas con plebeyos), ocurren con frecuencia en los mitos del Mediterráneo y el Cercano Oriente.
Más tarde, el mito hebreo convierte a Enoc en el ángel ayudante y consejero de Yahve Elohim y también en patrono de todos los niños que estudian la Torá.
Tal sería el origen del Libro de Raziel, que fue entregado, según la tradición judía, por el ángel Raziel a Adán, del cual pasó a Noé, Abraham, Jacob, Leví, Moisés y Josué antes de llegar al rey Salomón.
Él y los habitantes de toda la ciudad fueron «trasladados» por Dios sin probar la muerte[12] antes del Gran Diluvio.
Dejaron a Matusalén y su familia (incluido Noé su bisnieto) para que gente justa siguiera poblando la Tierra.
En-men-dur-ana (ó Emmeduranki) fue un antiguo rey sumerio pre-dinástico al que algunos consideran como un modelo mesopotámico para Enoc.