Por otra parte, el ganado que se registró fueron 800 reses vacunas, 24 bueyes, 8 yeguas de cría, 5 potros y un caballo “padre”.
En el año 1760, el padre Luis Caamaño, procurador general de la referida provincia jesuita la vendería por 700 mil reales, aunque no tenemos constancia si la venta fue en su totalidad o no.
Los jesuitas la explotaron durante veinticinco años traspasándola luego a particulares hasta los actuales propietarios.
La planta de este inmueble es rectangular y se estructura según el modelo consolidado en torno a dos grandes patios jerarquizados y contiguos, en los que se distribuyen las funciones residenciales, agrícolas e industriales.
Desde estos dos pórticos se accede al interior de las naves destinadas en su origen a cuadras.
En la crujía intermedia de acceso al señorío se sitúa la vivienda del casero y en el extremo de esta nave se encuentra la torre contrapeso del lagar que simultáneamente pertenece a los dos patios.
En la entrada a esta parte del señorío se abre la segunda portada o portada principal, uno de los principales elementos barrocos de la Hacienda y más significativos, pues simboliza la introducción en el espacio noble o del propietario.
En la nave opuesta se encuentra la almazara, dividida en dos ámbitos y ocupando la torre contrapeso la zona central.
En su interior, a ambos lados existe un gran número de tinajas alineadas longitudinalmente en hileras.
En la parte anterior, con salida al patio, se abren vanos que conectan una serie de dependencias destinadas a diversos usos.
En el exterior del señorío se observa, en su extremo nordeste, la torre mirador de tres alturas, dividida por impostas.
En la zona izquierda, y desde el pórtico del señorío, se ubica la capilla barroca.
Tras esta nave, cuya fachada trasera tiene un segundo pórtico, se ubica el actual jardín, anteriormente utilizado como huerta.
En el lagar y la almazara, en su parte central, destacan las cubiertas a dos aguas con tirantes de madera.