Gumersindo de Estella

Destacó por su asistencia espiritual a más de 1700 republicanos fusilados en las tapias del cementerio de Torrero en Zaragoza entre 1936 y 1939, cuya experiencia plasmó en sus diarios.En total, más de 3000 personas fueron fusiladas por el bando nacional durante la Guerra Civil y la posguerra.[1]​ A partir de 1918 se había especializado en misiones populares.Lo aceptó el director de la cárcel y el propio don Bernardo.Imploraban que fuesen ejecutados con ellas: "¡Por compasión, no me la roben.Y otra: "No quiero dejar a mi hija con estos verdugos!".Al capellán, tras el crimen, lo esperaban varias jóvenes de Acción Católica.[3]​ Meses más tarde escribió que a la joven Nicolasa Aguirrezabalaga la obligaron a confesar una delación que no había cometido, con una pistola en la sien, y luego usaron esa confesión de coartada para el ajusticiamiento.[3]​ Escribió sobre un impresionante bombardeo republicano sobre el barrio de Torrero en el que murieron 25 personas.