Durante esa década, todos los veranos viajó al norte neuquino, hasta el pie del volcán Domuyo, donde recogía año tras año las famosas algas que generosamente aplicaba en diferentes dolencias a sus innumerables pacientes, procedentes de todas partes del país, dando un hermoso ejemplo de energía y amor a la ciencia y a la humanidad con su incansable vitalidad.
Cuando decidió nuevamente asentarse en Neuquén en 1964, instaló su consultorio en Córdoba y Alderete para dedicarse a la dermatología.
El doctor Álvarez, junto con otros profesionales de la primera hora, integró el grupo académico que fundó la Universidad Provincial del Neuquén (hoy Universidad Nacional del Comahue), institución que inició su actividad académica en 1965.
Hoy ese solar, último refugio de su pensamiento, que lo cobijó hasta su partida , es restaurado por el gobierno provincial.
De esta forma se verá cumplido su deseo, según versa su testamento y como se lo trasmitiera al escribano que así lo asentó: “…presiente que allí regresará en forma de recuerdo a alentar a las nuevas generaciones neuquinas…”.
Multifacética figura, no sólo se dedicó a su actividad en el campo de la medicina, ya que también se destaca su producción literaria, que abarcó diferentes aspectos sobre Neuquén en las más variadas disciplinas: historia, geografía, antropología, toponimia, leyendas, folclore, poesías, etc. Cada uno de sus libros fue fruto de sus estudios, que fundamentalmente fueron enmarcados por el gran amor a su tierra natal.