Cantó habitualmente en Londres entre 1847 y 1866, presentando allí el papel de Rigoletto.
Ronconi cantó en la temporada inaugural del Teatro Real de Madrid, regresando cinco años después.
Tras una larga ausencia, se presentó de nuevo en el teatro madrileño en la temporada 1874/75, en Lucrezia Borgia, con resultados decepcionantes por el mal estado de su voz, lo que lo decidió a retirarse definitivamente y a instalarse en España.
Como apuntaba una revista de la época (1847): «Su voz no es particularmente melodiosa, ni su entonación estrictamente precisa... sin embargo... Su potencia es inmensa, y su extensión extraordinaria para un barítono.
En los pasajes en forte su volumen llena el teatro como un trueno; en las frases apasionadas, cuando el artista alcanza un Sol, o a veces un La, con toda su potencia, el efecto es casi eléctrico».