Hombre de fuerte carácter, quizá fue uno de los últimos representantes del ciclismo clásico, en el que la tenacidad y la capacidad física innata todavía no habían dado paso al ciclismo más tecnificado y sistemático que representó primero su rival Fausto Coppi y posteriormente la irrupción del francés Jacques Anquetil.
El periodista y célebre escritor italiano Dino Buzzati lo retrata en sus crónicas para el Corriere della Sera del Giro de 1949 bebiendo vino tinto en las comidas y fumando algún que otro cigarrillo entre etapa y etapa,[6] algo impensable en el mundo del ciclismo de competición tan solo unos años después.
[7] Como señaló el ex primer ministro Giulio Andreotti años después: "Decir que la guerra civil se evitó por una victoria en el Tour de Francia es sin duda excesivo, pero es innegable que en ese 14 de julio de 1948, día del ataque a Togliatti, Bartali contribuyó a aliviar las tensiones.
Solo un descubrimiento casual permitió conocer la dimensión humana que alcanzó uno de los más grandes ciclistas del siglo XX, y por la que fue nombrado "Justo entre las Naciones" por el Gobierno de Israel el 23/9/2013.
Estaba casado desde 1940 con Adriana Balli, con la que tuvo tres hijos (Andrea, Biancamaria y Luigi).
Pero la II Guerra Mundial impidió la celebración de competiciones y le dejó sin los años en los que se podría haber labrado un palmarés espectacular, cuando Fausto Coppi aún era un joven meritorio que corría a su lado.
[16] Anteriormente, las bicicletas incorporaban dos piñones (uno a cada lado del eje trasero) y el cambio entre ellos significaba tener que parar, desmontar la rueda trasera y volverla a poner dándole la vuelta, de forma manual.
Esta operación se convirtió rápidamente en una señal de que Bartali estaba dispuesto a lanzar un ataque.
Fue el gran rival de Fausto Coppi, rivalidad que dividía a los italianos, tanto deportiva como política y religiosamente (sus posturas políticas y religiosas también estaban enfrentadas).
(Ver el artículo sobre Fausto Coppi, donde se dan más detalles sobre este hecho) No todo fueron jornadas de gloria.
En la película documental My Italian Secret: the Forgotten Heroes (Mi secreto italiano: los héroes olvidados) dirigida y escrita por Oren Jacoby, otro de sus hijos, Andrea, reveló que Gino Bartali empezó a asumir riesgos cuando rechazó la invitación para dedicarle el triunfo de 1938 a Benito Mussolini.
Recorría el tramo desde Florencia a Asis llevando fotografías o la información necesaria para producir documentos falsos, que luego volvía a traer escondidos dentro del tubo de su bicicleta.
Todo sucedía muy rápido porque el viaje se hacía en un solo día para regresar antes del toque de queda.
Una vez fue interrogado por el jefe de la policía secreta fascista y trasladado hacia la Villa Triste,[22] donde frecuentemente se torturaba a los detenidos: Bartali pidió que la bicicleta no fuera revisada porque las piezas estaban calibradas con precisión para optimizar sus prestaciones.
Esta actitud discreta, queda reflejada en las palabras de su hijo Andrea Bartali: “Mi padre era un católico ferviente.
Decía tan solo que ‘en la vida, esas cosas se hacen y basta’”.
[23] Cuando la gente le decía, 'Gino, eres un héroe', él respondía: 'No, no, yo quiero que me recuerden por mis logros deportivos.
Los héroes reales son otros, aquellos que sufrieron en su alma, su corazón, su espíritu, su mente, por sus seres queridos.