Karaiskos, a su vez, es la yuxtaposición de la palabra turca «kara», que quiere decir «negro», e «Iskos».
Los otros chicos al principio lo echaban a pedradas y las otras madres del pueblo lo rechazaban llamándole «gitano» o «bastardo».
Algunos cristianos servían como funcionarios de rango mediano o bajo, o bien como capataces en los campos; algunos de estos capataces eran más crueles con los pobres aldeanos que los mismos invasores.
Los señores feudales necesitaban entonces soldados para combatirlos, formando entonces milicias irregulares de griegos con derecho a portar armas: fueron los armatoloi.
Prisionero del pasha albanés Ali Pasha de Tepelen por algunos delitos comunes, este notó rápidamente la inteligencia y el coraje del adolescente, proponiéndole que formara parte de su ejército.
Se cuenta que éste le preguntó qué le gustaría tener, y Karaiskakis habría respondido: «Si me consideras digno para ser jefe, hazme jefe; si digno para esclavo, hazme esclavo».
En Roumeli, la parte de Grecia al norte del Peloponeso, poco a poco sobresale en los combates de emboscada entre 1821 y 1822, pero sorprendentemente pacta una paz con los turcos, comprometiéndose a no alzar las armas contra ellos.
Tal vez los médicos occidentales (las islas están bajo jurisdicción de las potencias europeas) podrían encontrar un remedio.
Mavrokordatos, que jamás había participado siquiera en una campaña militar, sufre una derrota tan estrepitosa como previsible, y urde un plan para achacarle la culpa a Karaiskakis.
Karaiskakis abandona honores, rango militar, y se retira a Aitolikos.
Su propia gente le ha infligido más daño que los mismísimos invasores turcos.
Lamentablemente, las disensiones entre las facciones políticas indujeron a que Karaiskakis participara en la segunda guerra civil en el Peloponeso.
Ahí encuentra al general Makriguiannis, quien le sobrevivirá y cuyas memorias servirán para corroborar los hechos narrados por sus contemporáneos.
Advertido por un monje, quien con riesgo de su propia vida había atravesado las líneas turcas para hacerle saber el plan que tramaban los generales turcos contra él y que seguramente hubiera significado su fin, con rápidos movimientos encerró a un cuerpo expedicionario turco de 2000 soldados, de los cuales solo se salvaron 300.
Casi toda la Grecia Central ha sido liberada, exceptuando Messolonghi, Bonitsa y Nafpaktos.
Cerca de Atenas, asediada por los turcos, discute con los ingleses Cochrane – el mismo aventurero que participó en la campaña de San Martín en el Perú - y Church sobre la mejor estrategia a seguir.
A sus asistentes les reparte su dinero; y a su criada turca, bautizada María – quien se vestía de hombre y se hacía llamar Zafiris cuando le servía en las campañas -, la hace casar con uno de sus hombres para que no quedara sola.
Los oficiales turcos, en cambio, celebraron su fallecimiento porque pensaban que sin su Capitán General, el Ejército griego se desbandaría.
Desde entonces, Karaiskakis representa al militar griego de extracción popular, con pocos estudios pero valiente, sumamente inteligente y determinado.
Finalmente, consta que el genio de Karaiskakis no se limitó al combate en tierra.
Esta última se basa en un artículo caído en el dominio público de la Enciclopedia Británica.
Este texto ha sido enriquecido con elementos extraídos de la lectura a partir del original en griego moderno del libro de Dimitrios Fotiadis, «Karaiskakis», cuya primera edición apareció en 1956.