Desde el siglo XVI y XVII, el estudio de la geografía y la religión se centró principalmente en cartografiar la difusión del cristianismo (denominada geografía eclesiástica por Issac, 1965), aunque en la segunda mitad del siglo XVII, también se tomaron las influencias y propagación de otras religiones en cuenta.
Por lo tanto, los geógrafos están menos preocupados por la religión en sí, pero son más sensibles a cómo la religión, como característica cultural, afecta a los sistemas sociales, culturales, políticos y ambientales.
Estas percepciones e imaginaciones influyen en la forma en que se usan esos espacios y en los significados personales y espirituales que se desarrollan al usar dichos espacios sagrados.
[9] Se debe trabajar más para examinar las intersecciones y colisiones que se producen debido al movimiento de comunidades (por ejemplo, la migración de las comunidades musulmanas a los países occidentales) y resaltar cómo estas comunidades negocian sus experiencias religiosas en nuevos espacios.
La investigación reciente en esta área ha sido publicada por Barry A. Vann, que analiza los cambios de la población musulmana en el mundo occidental y los factores teológicos que influyen en estas tendencias demográficas.