Guénrij Yagoda

Había pasado a este desde la inspección del Ejército Rojo en 1919.El escritor Simón Sebag Montefiore va más allá y en su libro la "Corte del Zar Rojo" afirma que a Yagoda le gustaba coleccionar vinos, cultivar orquídeas, cortejar a la nuera de Máximo Gorki, acumular ropa interior femenina, comprar películas pornográficas alemanas y boquillas para cigarrillos decoradas con figuras obscenas.[1]​ La paranoia de Stalin durante la época de la Gran Purga también alcanzó a Yagoda, sobre quien siempre mantuvo quejas debido a su renuencia en acusar inocentes.Aleksandr Solzhenitsyn estuvo presente en el juicio de Yagoda y describió la impresionante confianza del acusado en que Stalin finalmente lo perdonaría, llegando a describir cómo Yagoda se levantaba de su banquillo y gritaba suplicando clemencia al segundo piso de la galería como si el propio Stalin estuviera allí: «¡A usted recurro!Ahora mira donde estoy y juzga si existe un Dios o no...».Yagoda, tras la muerte de Stalin en 1953, no fue rehabilitado por el régimen de Jruschev, alegando que había cometido "crímenes contra sus compatriotas" por imponer sentencias ante "acusaciones sin pruebas" durante la Gran Purga.